Héroe anónimo

Tengo edad suficiente para recordar perfectamente lo que ocurrió un día como hoy  aunque no entendiera lo que estaba pasado realmente.

Aquella tarde, una compañera de la clase de baile llegó contando que su madre estaba llorando escuchando la radio. Sólo mucho tiempo después lo relacioné con el hecho de que su padre era diputado en Madrid.

El escritor Javier Cercas dice en su libro “Anatomía de un instante” que durante esas horas “Nadie estuvo a la altura. Tampoco la sociedad civil”.

Pero yo sí conozco a quien estuvo a la altura. Mientras los diputados seguían retenidos en el Congreso esperando un desenlace, en esos momentos inciertos, lejos de Madrid, en Vejer de la Frontera, la corporación municipal se reunió en un Pleno Extraordinario para condenar el golpe de Estado.  Conservo el borrador del acta plenaria en el que la corporación, por unanimidad, acuerda, “expresar la más enérgica condena por el incalificable hecho de ocupación del Congreso de los Diputados haciendo constar la incondicional adhesión a su majestad el Rey, a las instituciones democráticas y a las fuerzas armadas de la nación. Asimismo, el pleno se solidariza con el alcalde de Vejer que, por su condición de diputado, se encontraba retenido en la Cámara Baja.

Conozco lo suficiente al alcalde accidental en funciones que convocó esa sesión plenaria. Sé, que por su naturaleza sencilla y discreta, no le gusta ser nombrado. Sólo quiero añadir que somos libres de elegir nuestro pequeño universo de héroes y en el mío está mi padre por lo que hizo esa noche.  Aunque no sean invitados a actos importantes, ellos también dieron la cara y apostaron por la Democracia en un pequeño pueblo de la provincia de Cádiz. Le echaron valor ante el miedo a perder lo que apenas se estaba empezando a conseguir.

 

Historia verídica: Orgullo y «perjuicio»

29671570A.E. nació en los felices años 20. Era como una muñequita de porcelana. Cuando iba a las fiestas del Casino de la Exposición apuntaba en un librito de seda los turnos de baile de sus muchos pretendientes. En uno de éstos, A.E. se enamoró de un mozo de su misma clase social pero «tieso» de dineros.

Su carita de nácar cambió el día en que su novio la abandonó días antes de su boda y días después de que toda Sevilla se enterara de que su padre se había arruinado por culpa de una inversión arriesgada.  El vestido de novia de seda con brocado quedó colgado en su lindo cuarto de soltera y el velo de chantilly que guardaba de su abuela no salió de su caja de cartón.

A.E. se buscó la vida como dependienta en una famosa joyería del centro en donde vendía sortijas y zarcillos a quienes antes habían sido sus amigas.

Muchas veces, de camino al pisito modesto en el que vivía con su madre, se cruzaba por la calle con aquel novio a la fuga que la abandonó y que tampoco nunca se casó. A.E., digna, sobria, elegante y orgullosa, se cambiaba de acera y jamás volvieron a intercambiar ni palabras ni miradas. Hasta que, ya muy mayor, su novio octogenario enfermó y A.E. le fue a visitar, cada día, hasta el día de su muerte.


 

Mi deseo para 2018 y en adelante

Para este 2018 y en adelante te deseo que seas capaz de librarte de quien te robó la energía y el alma. Que elimines a los egoístas de tu vida, a las malas personas, ¡fuera!, ¡échales!. A quien no te quiere, a quien no te valora ni respeta, ¡fuera!. A quien miente, traiciona, trepa, envenena, pisotea, presume, boicotea, ¡fuera!. A quien solo se ríe si es costa de los demás, a quien usa y olvida a la gente, a quien no mueve un dedo si no va a recibir nada a cambio, ¡fuera!. A quien solo se quiere a sí mismo, a quien  no te aporta paz sino guerra, ¡fuera!.

Para este 2018 y en adelante te deseo que puedas levantarte por la mañana y respirar libertad, tranquilidad, equilibrio, amor… Y que te quieras más que a nadie en este mundo.

 

 

¡Qué arte el del atún!

Imagino que los fenicios debieron pensar que era un regalo de los dioses que animales de 200 ó 300 kilos, de suculenta carne y más o menos fáciles de capturar, pasaran por delante de su puerta dos veces al año. Un maná que llegaba del mar y había que hallar la manera de capturarlo.

Durante siglos, los almadraberos de la provincia de Cádiz han seguido utilizando casi las mismas técnicas artesanales, un entramado de laberínticas redes y barcazas que forman el llamado copo. Se trata de una trampa mortal para los atunes que, para evitar a las orcas, cruzan el estrecho pegados a la costa para criar en las aguas cálidas del Mediterráneo.

El documental Trabajando Cádiz, realizado por la Asociación de la Prensa de Cádiz dentro del ciclo Cádiz Reflejada, ofrece una imagen de la provincia de Cádiz  a veces oculta o, lo que es peor, «ocultada».  Una imagen fuera de estereotipos que muestra que somos una provincia de gente trabajadora, innovadora y rica en recursos. Y luego ya, está lo de bonita, turística, sol y playa, etc…

El sector del atún, la innovación aeronáutica y las industrias vinícolas y queseras, son reflejos de esa otra Cádiz que también existe y que se refleja más allá del peaje.

 

 

 

 

 

 

 

La Tierra, año 3050

El amor era como el mar: grande y bello. A veces mortal, deseado y peligroso.

El amor era un bebé recién amamantado.

El amor era esperar en un andén, de noche, o asomada a la ventana con el relente cayendo en el pelo.

El amor era sostener una mano, casi de un cadáver ya, y esperar juntos el final.

El amor era soltar las cuerdas aunque no quisieras.

El amor era adivinar por gestos, reír sin parar, llorar despacio, escupir el rencor, perdonar a un hijo, a un padre, a un amigo, a un hermano, a un desconocido…

El amor era oler las sábanas del amante todavía calientes. Aspirar la esencia de otro cuerpo.

El amor era, a veces, solo un falso reflejo de nuestro propio amor.

Era algo tan fácil y tan complicado…

 

 

La muchacha de la vía del tren (microcuento)

Sé que mis pies resbalan en la madera. Sé que me quité el vestido y las horquillas y las medias y los collares y los zapatos y el reloj. Sé que hace frío porque siempre hace frío cuando va a amanecer. Sé que ha llovido y que seguirá lloviendo. Y sé que viene el tren porque, por fin, lo oigo llegar a lo lejos.

Olores

Mi babi del colegio olía a plancha el lunes por la mañana. Con mi nombre bordado a mano sobre un pecho todavía plano, mi babi era el más limpio del mundo. Su olor le ganaba incluso a la goma de borrar y a las mondas multicolores de los lápices decapitados una y otra vez por culpa de un sacapuntas incompetente.

Mi babi era de cuadritos azules muy pequeños, abotonado por delante, con dos bolsillos y un cuello solapa. No era muy bonito, mi babi,  la verdad, pero su olor cálido era más potente que el del bocadillo en la maleta, la témpera de las clases de Dibujo y las flores del mes de mayo. Solo las páginas de los libros nuevos en septiembre competían con su aroma. El olor de mi babi superaba al óxido del tobogán, a la cera derretida de la capilla y al perfume empalagoso de la señorita.

Sobrevivía a la lavanda con la que me mojaba el pelo y era un salvavidas en un baño por el que pasaban 200 criaturas en media hora de recreo.

Mi babi conservaba el olor de cada puntada dada en la tela, el olor a labor de tardes de radio frente a la máquina de coser junto a la ventana. Olía a jabón, a merienda, a cerilla, a manos conocidas de alianza gastada.

Mi babi era feo pero me lo hizo mi madre y olía bien.

 

Náufraga (microcuento)

El día que su novio la sorprendió con el pasaje para el Costa Concordia a Adela se le había perdido un guante. Ella lo tomó como un mal augurio pero embarcó por no hacerle el feo y por no quedar como una cateta supersticiosa. Ahora se acordaba de ese día. Cuando tuvo que saltar al agua en medio de la oscuridad, el miedo le dio tal fuerza que nadó hasta el amanecer. Llegó a esta playa tan cansada que ahí sigue, tumbada en la arena. Ni siquiera ha vuelto a mover un músculo. Ni cuando la zodiac de Salvamento Marítimo pasó tan cerca que solo si hubiera levantado un brazo aunque fuese un poquito…

Pequeña autobiografía

Nací en la ciudad de casualidad porque la comadrona de mi pueblo que atendió en casa a los partos de mis hermanos ya se había jubilado. Jugué mucho en la enorme azotea y en la calle y en el campo y en la playa, siempre rodeada de gente buena. Cuando volví de la Universidad, fui periodista durante un tiempo. Ahora también lo soy aunque ya no lo tengo tan claro. Fui esposa y madre. Ahora soy madre. He conocido a gente buena y mala, como todo el mundo. He reído y llorado, como todo el mundo. Me he enamorado y desenamorado, como todo el mundo. Sigo adelante, como todo el mundo.

Línea 6

Diego de León

Bajar al hormiguero me pareció siempre ir en la cadena de una fábrica. Escaleras de metal no hay en mi pueblo.

Avenida de América

Todos se parecen, como gusanos en la arena. Comparten ese olor a goma y a humanidad.

República Argentina

Acogen miradas cansadas de madrugones tan fríos como monedas en el suelo o como el saludo de la taquillera.

Nuevos Ministerios

Cuerpos que se balancean bajo el neón de los carteles, cautivos en vagones que cierran puertas, arrancan, aceleran, giran, frenan, abren puertas, cierran puertas, arrancan.

Cuatro Caminos

Acentos extraños. Jotas desgarradoras y eses desconocidas aprendidas en hogares parecidos al mío, al fin y al cabo.

Guzmán el Bueno

Todavía aquel chaquetón de cuadros. Botas camperas. Carpeta bajo el brazo llena de apuntes que estudiar y olvidar.

Metropolitano

No hay niños. No hay bebés en carritos. Cabeceo apoyada la cabeza en el cristal de la ventana que solo da a oscuridad.»Próxima estación…».  Preciosa voz robótica de mujer desconocida y familiar.

Ciudad Universitaria

Subo al verde, al aire. Y todo el futuro está a mis pies.