Digo fuego y las amapolas se abrazan y me acusan
Siento frío y una serpiente se acomoda en mis tripas
Tengo miedo y la niña con trenzas me toca la espalda de mármol
Grito un susurro estéril y el teléfono me mira con pena
Respiro hondo mientras intentan jugarse mi futuro al parchís
Digo mar y la arena se acerca a mi puerta
Rompo el horizonte y tú te quejas de los cristales rotos
Pero la libertad, esa libertad, ya es mía