«No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo». Al parecer, esto decía Voltaire hace más de dos siglos. Aunque un periodista pondría en duda la autoría de esta frase ya que no aparece en sus escritos y, obviamente, no estaba presente cuando lo dijo.
Hoy, 24 de enero, es el día de San Francisco de Sales, Patrón de los periodistas. Se dice que este hombre escribía panfletos clandestinos que metía por debajo de las puertas para convertir a los calvinistas.
No es la misión de los periodistas convertir a nadie. En todo caso, contar lo que pasa o interpretar la realidad. Al margen del interés que personalmente siempre me despertó, me parecía una profesión necesaria para el buen funcionamiento de la democracia. La buena nota que, al menos en mi época, exigían para estudiar la carrera en la Universidad pública, llenaba las aulas de estudiantes con buenos expedientes académicos y enormes ganas de aprender y de, incluso, ser útiles a la sociedad.
Hoy en día, cuando se le pregunta a los españoles sobre la profesión que recomendarían a sus hijos, muy pocos dirían periodista. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, esta profesión es una de las peor valoradas, por debajo de los abogados .
La manipulación política que suelen ejercer las grandes empresas de comunicación sobre sus trabajadores y la nefasta imagen que ofrecen de la profesión la prensa rosa o los buscadores de sangre y morbo de la prensa amarilla, cada vez más en alza, nos hace decir con menos orgullo del que quisiéramos que somos periodistas cuando nos preguntan por nuestro oficio.
Además, la profesión sufre la falta de contratos laborales, sueldos de miseria, jornadas de trabajo insoportables y un intrusismo profesional impensable en otros sectores. El periodista, vocero de los problemas laborales de otros colectivos, ha sido incapaz de defender los suyos propios. Nos hemos creído profesionales de élite cuando solo somos trabajadores, en muchos casos en precario salvo conocidas excepciones. Terreno abonado para los abusos empresariales.
Del periodismo ciudadano, Twitter y la posverdad hablaremos otro día…
Feliz día del periodista.