EL ACANTILADO DE LOS CORSARIOS

Visitar La Breña y los acantilados de Barbate es contemplar un pulso entre el campo y el mar, la civilización y la Naturaleza, las dunas y los pinos, la historia y el presente. Una bella extensión de pinos piñoneros replantados a principios de siglo para frenar las dunas móviles que avanzaban por la ladera del monte. Inmutables torres vigías que permanecen ancladas sin tener ya piratas enemigos sobre los que alertar. Un lugar desde donde, quizás, un día hace más de 200 años, alguien se quedó mirando hacia el Oeste, hacia aquella batalla naval que libraban las flotas inglesas y franco-española frente al cabo llamado Trafalgar.descarga-7
Ningún parque encierra en tan relativo poco espacio –es el más pequeño de los 22 parques naturales que existen en Andalucía- tanta variedad, tantos contrastes de olores y colores. ¡Ese acantilado sobre el mar!. ¡Ese olor a romero y lavanda y a sal y algas!.
El Parque Natural de la Breña y Marismas del Barbate parece estar diseñado para quienes deseen iniciarse en el turismo ecológico, aunque no faltan dosis de cultura y hasta es posible darse un baño en las azules aguas del Atlántico. Entre los términos municipales de Vejer de la Frontera y Barbate, ocupa una extensión de 3.797 hectáreas, de las que 1.500 se adentran en el mar y constituyen una importante reserva marina. Su dimensión abarcable permite recorrerlo con facilidad en una sola jornada y se puede optar a adentrarse en su recorrido por diversos senderos marcados y señalizados para este fin.
La primera opción es el sendero del Acantilado de Barbate –el más largo de los que se proponen, unos seis kilómetros- que se inicia en la sorprendente y virgen Playa de la Yerbabuena y finaliza en Los Caños de Meca atravesando el parque por completo. Bordeando el litoral nos encontramos con el mirador del Acantilado. A nuestros pies, la pared rocosa forma una gigantesca pajarera que alberga a gaviotas, palomas bravías, garcillas y estorninos o aves de presa como el cernícalo y el halcón peregrino. Al Sur vemos la ensenada de Barbate hasta el cabo de Gracia y más lejos, las sierras de El Retín, Plata y San Bartolomé. En los días claros incluso es posible divisar desde aquí la costa africana desde Yebel Musa hasta Tánger. En el punto más alto del risco no tarda en aparecer ante los ojos del visitante la Torre del Tajo –antiguamente llamada de la Tembladera- construida en el siglo XVI. Se trata de una de las torres almenaras levantadas en el litoral para advertir sobre la presencia de piratas o corsarios en las proximidades de la costa. Los ataques turco-berberiscos, que, durante siglos, asolaron la zona obligó a la construcción de una red de torres que, más que de carácter defensivo, servían para comunicarse – a través de fuego, humo o disparos de artillería- a lo largo del litoral. El sendero continúa luego bajando gradualmente hasta alcanzar Los Caños en donde descansa el extremo occidental del acantilado y forma calas de innegable belleza.
Si el visitante desea hacer este camino de manera aún más fácil puede optar por dejar su coche en el área de aparcamientos que existe a unos tres kilómetros de Barbate y recorrer igualmente parte de los acantilados hasta llegar a la Torre del Tajo.
brenaEl segundo camino que se puede seguir es el llamado sendero de Torre de Meca. Esta torre -situada en el cerro que le da el nombre tanto a la fortaleza como al núcleo de Los Caños- fue construida ya en el siglo XIX con las mismas características que la anterior y para suplir la escasa visibilidad que había entre la torre del Tajo y la siguiente más cercana, la torre de Trafalgar, de la que sólo se conserva actualmente unos sillares junto al faro de este mismo nombre. Esta ruta comienza en el área recreativa de El Jarillo, situada en el margen derecho de la carretera que divide el parque desde Barbate hasta Los Caños. Por este lugar pasa un carril que nos lleva a San Ambrosio, en donde se conserva la única ermita visigoda de la provincia de Cádiz y casi la única de Andalucía. El Jarillo –en el que en época de colecta se observan impresionantes montañas de piñas recogidas para su posterior venta- está acondicionado como merendero y es perfecto para pasar un día de campo. Si no, se puede continuar camino hasta otro área recreativa, el de Majales del Sol, por el que también hay que pasar si se opta por seguir este sendero que nos conduce a la Torre de Meca. Antes de llegar a la torre, los pinos dejan paso a lo que fue un arboretum de hasta once especies diferentes de eucaliptos que fue plantado hace casi cuarenta años para experimentar con nuevas especies de repoblación forestal. Al igual que en los acantilados, también abundan una gran variedad de pájaros como abubillas, jilgueros, verdecillos, e incluso se pude oír el canto de algún cuco. Es por aquí en donde además se puede observar algunos ejemplares de camaleón, uno de los reptiles más amenazados y que está estrictamente protegido por la ley.
Por último, existe otro sendero más, el de las Marismas del Barbate, que comienza al otro lado del parque, en la carretera entre Barbate y Vejer, en las huertas de La Oliva y que recorre el margen derecho de esas marismas surgidas por la desembocadura del río Barbate. En este lugar es fácil observar las aves migratorias que llegan del resto de Europa o de Africa y que, desecada la laguna de La Janda, necesitaron otro lugar de descanso antes de atravesar el Estrecho.

Ciudad espejo

El caminante sólo puede llegar a la ciudad espejo si ha estado con anterioridad en su ciudad gemela, al otro lado del estrecho mar. Sólo si eres capaz de recordar el otro camino, aparece éste que muere en la alcazaba. Pero, ojo, que lo hará tal y como lo recuerda, sin colores ni contornos definidos. Y así pasa con los árboles, las cabras y las rocas.chaouen

Una vez en la ciudad, el visitante debe recuperar los olores que se alojan en la memoria. El sudor de la mujer que amasa en el patio hace que aparezca ante tus ojos, con la misma cara y los mismos movimientos que recordabas. El olor a cardamomo y a canela levantan un zoco de inmediato y al evocar a los jazmines que cuelgan por los muros, aparecen las casas con sus paredes añil y sus puertas azules. El aroma del almizcle de las muchachas y el de la alhucema quemada a media tarde en los zaguanes hacen resurgir calles y plazas, patios y azoteas. Así con todo.

La ciudad va surgiendo de los olores y de los recuerdos a imagen y semejanza de su hermana en la distancia hasta tal punto de que si estuvieran una frente a la otra parecería que ambas ciudades se están mirando mutuamente en un espejo descomunal.