El amor era como el mar: grande y bello. A veces mortal, deseado y peligroso.
El amor era un bebé recién amamantado.
El amor era esperar en un andén, de noche, o asomada a la ventana con el relente cayendo en el pelo.
El amor era sostener una mano, casi de un cadáver ya, y esperar juntos el final.
El amor era soltar las cuerdas aunque no quisieras.
El amor era adivinar por gestos, reír sin parar, llorar despacio, escupir el rencor, perdonar a un hijo, a un padre, a un amigo, a un hermano, a un desconocido…
El amor era oler las sábanas del amante todavía calientes. Aspirar la esencia de otro cuerpo.
El amor era, a veces, solo un falso reflejo de nuestro propio amor.
Era algo tan fácil y tan complicado…