…y la cristalería de Bohemia sin estrenar

Hace un mes me regalaron un juego de sábanas preciosas. Tienen más de 70 años y estaban sin estrenar. Conservaba incluso las tiras de cartón que daban forma a esa perfecta manera en que venían dobladas. El algodón blanco había amarilleado por algunas zonas  y los alfileres se habían oxidado clavados en la tela.

La sensación de despojarlas de ellos  y de extenderlas después de que alguien las doblara hace casi un siglo fue… extraña. Especial.

¿Dónde estarán las manos que las doblaron?, ¿en qué cajones han estado tanto tiempo?, ¿por qué casas habrán pasado?.

Me las regaló una mujer buena, a la que quiero. A ella se la regalaron siendo una chiquilla y ya ha cumplida 90 años. Nunca las estrenó. Nunca vio el momento adecuado. Siempre las conservó en su caja original y ya no las quiere estrenar. Por eso me las dio.

Me ha recordado a un breve poema que me impresionó cuando lo oí hace unos años a su autora, Isabel Escudero: «La vida se me va y esta cristalería de Bohemia sin estrenar».

Así que hoy he puesto las sábanas en mi cama y he comido en la vajilla de La Cartuja que mi madre me regaló para ocasiones especiales.

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