La noche hace sonar las alarmas y las arañas huyen de los papeles en blanco.
Se quita el sombrero ante un gorrión y le cede el asiento al borracho.
La noche huele a día caducado que se lleva el camión de la basura.
Recuerda los minutos del columpio, busca ecos en el mar y se crece en la sala de espera.
La noche aguarda el milagro de la leche de la madre.
Baila su ritual con el insomne y le sonríe a los cuerpos desnudos tras las cortinas.
La noche miente más que habla y se calla lo que sabe.
Y, como el abrazo reincidente de un amante a sueldo, siempre vuelve.