Me han dicho que te escriba una carta de despedida para enfrentar el futuro duelo con la tarea hecha y me he parado a pensar que son tantos los recuerdos después de casi 30 años juntos que no sé ni por dónde empezar. Tantos buenos y malos momentos…
Es curioso darse una cuenta que has sido mi compañero más fiel. Siempre conmigo. Empezamos a tontear a escondidas en esas primeras citas en el patio del instituto y después ya, siempre estabas. Estabas en las tardes de playa, en las fiestas universitarias, en las noches de estudio, en el café en la redacción, en la cama y el sofá, esperando o celebrando noticias. Estás en mi foto de boda, en la puerta del hospital y en la feria. Estabas si paseaba por el campo, en una buena comida, en los viajes, en casa asomada a la ventana, pasando frío o calor en la puerta de un bar. Yo, por ti, lo que fuera y tú lo sabías…
Te recuerdo con placer y con hartazgo al mismo tiempo. Me he levantado muchas mañanas odiándote, maldiciéndome y prometiendo que no volvería a hacerte caso mientras tú me mirabas con media sonrisa.
Seguro que te voy a echar de menos, que me costará acostumbrarme a no estar contigo (sobre todo cuando me pongan delante esa cerveza fresquita) pero ya. Ya te he dado demasiado y hoy te digo adiós. Hoy es mi último día de fumadora. Adiós tabaco, adiós.