La niña encontró un escudo para protegerse de las bromas de sus compañeros de clase. Ella era simpática y buena y lista. Pero el aparato dental era más que todo eso. Era todo lo que veían en ella. Cuando se metían con sus dientes de hierro ella amenazaba con soltar al escorpión que tenía encerrado en una caja de zapatos. Al incrédulo se lo enseñaba con cuidado de que no escapara aunque nunca llegaban a verlo en realidad y al osado le movía la caja con fuerza delante su cara hasta que echaba a correr. Se convirtió en la reina del colegio. Los niños hacían cola en la puerta de su casa para ver al escorpión asesino. Nadie lo vio pero ya no se burlaban de ella.
Creció fuerte y nadie se acordaba si quiera del escorpión que escondía en una caja de zapatos debajo de su cama. Eso ya no importaba.
A veces necesitamos tener un escorpión escondido un una caja. Sea de verdad o de mentira.