Se lo debía a la niña que fui. A la niña que fue feliz. A la que dormía en sábanas limpias los viernes por la noche con un camisón largo rosa con el que jugaba que era una princesa y su hermano la rescataba de un castillo-cama imaginario.
A la niña valiente que se subía a la rama más alta de los naranjos cuando iba con sus padres y hermanos al campo los domingos.
Se lo debía a la niña que soñaba que era una escritora famosa y concedía entrevistas para la tele, fumando un lápiz.
Se lo debía a la niña que adoraba a su padre y que le gustaba sentarse en sus piernas y apoyar la cabeza en su pecho y acariciarle el lóbulo de la oreja y escuchar su corazón latir y aspirar el olor a oficina de su corbata. Y mirarle las manos grandes y bonitas.
Se lo debía a la niña que escuchaba a su madre cuando le decía que estudiara, que trabajara para no tener que depender de un hombre, aunque ese hombre fuera bueno.
Se lo debía a la niña soñadora, valiente, alegre…
El camino ha sido largo y tortuoso, pero ya. Vuelvo a ser yo. Se lo debía a esa niña.
«Ahora quiero que sepas -aunque sea por escrito-/ que ya sólo pretendo desde cualquier distancia/ que te sientas más libre de cárcel o de abrazo/ y que me cuentes a veces -si es posible-/ algo de ti». Javier Egea, Paseo de los tristes (A Luis García Montero y a todos los que trabajan por ese tiempo diferente). Algeciras, 16 de julio de 1989 / Vejer, 15 de abril de 1996
Me gustaLe gusta a 1 persona
Egea, tan sencillo y tan completo. No entiendo las fechas ni los lugares, Algeciras, Vejer…
Me gustaMe gusta