Cada vez que se acerca esta época de rocieros, paso del Guadalquivir, blanca paloma, etc, me acuerdo de la historia que me contó el responsable de emergencias del Plan Romero en la provincia de Cádiz. Durante una época, tuve que ir varios años por motivos de trabajo a Bajo de Guía durante el martes y el miércoles que cruzan el río las hermandades de la provincia hasta el Coto de Doñana. Es una experiencia interesante a la que nunca hubiera ido de otra manera.
Es una historia que ya publiqué aquí pero que repito, con vuestro permiso.
Inútil para la romería, en la playa de Malandar abandonaron a una mula, agotada ya de kilómetros y carga. Demasiado cerca de la orilla, la marea, como una imparable manta, la fue cubriendo al caer la noche. Sólo unos enormes ojos asustados brillaban en la negrura de la costa de Doñana.
Una semana más tarde regresaron los rocieros del coto con los cuerpos castigados por las borracheras y las vigilias, con las botas sucias y las caras gastadas. El dueño de la mula se acercó al animal, tumbado todavía en la arena mojada. Empujó su lomo con el pié como para certificar su muerte después de días sin comer ni beber pero la mula abrió los ojos e intentó incorporarse. Un grupo de hombres la levantaron y se la llevaron de vuelta a casa. Como si nada hubiera pasado. Así me lo contaron.