En muchos casos, el fútbol es como un hilo invisible que une a padres e hijos durante todas sus vidas. Por eso, para Javier Marías, el del corazón blanco, el fútbol es «la recuperación semanal de la infancia» y también es temor y temblor, una mezcla de sentimentalidad y salvajismo, una escuela de comportamiento y nostalgia, y la escenificación de la épica al alcance de todo el mundo”. En su libro “Salvajes y sentimentales” recoge los muchos artículos que ha escrito sobre un deporte en el que caben todas las pasiones: la épica, la estética, el heroísmo, la picaresca, el dolor de la derrota. Un interminable desfile de héroes, villanos, figurantes y gestas, un espectáculo que quizá merezca la pena tomarse en serio”.
Por su parte, Luis García Montero, ha escrito, junto con Jesús García Sánchez un libro titulado “Un balón envenenado, antología de poesía hispanohablante sobre el fútbol”. Para el poeta granadino el fútbol nacional ha tardado años en levantar vuelo por culpa de las piedras. Escribe que, como no existían instalaciones deportivas, los niños españoles aprendíamos a correr con la pelota provinciana en los pies y los ojos en el suelo, para sortear baches, adoquines, charcos y bordillos. Y dice que el fútbol sólo necesita una historia sentimental, una sobrecarga de ilusión, dos equipos y un árbitro. «Nos alegra la vida -dice- precisamente por su falta de importancia. Como en todo lo que afecta a los sentimientos, siempre aparecen buitres dispuestos a hacer negocio. Pero si quiere seguir existiendo, este espectáculo debe tener cuidado en no matar al niño que sus seguidores llevamos dentro».